FE. REFLEXION
No
es lo mismo brillar que dar luz
«Los
justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13, 43).
08/08/12 7:10 PM |
José-Fernando Rey
Ballesteros
Sacerdote
El justo no está llamado
a brillar en esta tierra. En esta tierra brillan los fuegos artificiales y las
luces de neón, pero no la verdadera luz: “La luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no la recibieron” (Jn 1, 5). Hace dos días, un amigo me aseguraba que
“no hay nada como hacerlo todo bien
para que todo te vaya mal”… Así es el mundo; ahoga la luz
porque ha aprendido a hacer brillar a las tinieblas.
El justo está llamado a
alumbrar sin brillar… No es lo mismo. La luz que mana del santo es una claridad
serena y silenciosa, que advierten quienes se acercan a él sin saber bien de
dónde viene. No es el más chistoso, ni el más ocurrente, ni el más dotado,
pero, con su alegría sencilla y con la pureza de su alma, irradia una paz que
llena el ambiente. Quienes le rodean podrían pasar la vida preguntando: “¿de
dónde viene esta alegría, este optimismo, esta paz?”, y él casi pasará
inadvertido.
Y es que el brillo del
justo sólo se ve desde el Cielo. El mundo
está ciego para esas luces, que, paradójicamente, son las más reales. Se
bautiza un niño, y es necesario encender una vela, porque nuestros ojos no
captan el precioso resplandor que emana de su alma. Sale un penitente del
confesonario, y nadie advierte el brillo de un “hijo de la luz” recién
iluminado. Pero, desde el Cielo, la Tierra se ve como un juego de luces; y esas
luces no coinciden, precisamente, con los brillos que atraen todas las miradas
en la Tierra. Por eso el justo brilla sólo para Dios, mientras alumbra con esa
pacífica claridad a quienes se acercan a él. Podría hablarse, en sentido
metafórico, de una “iluminación indirecta”.
Desde luego, cualquiera
puede elegir brillar para el mundo… Quien lo haga sabrá lo que hace. Pero
tengamos en cuenta que, cada noche, cuando el sol se pone, Dios nos imparte una
valiosa lección: la luz de este mundo se termina y se disuelve en tinieblas. Sólo
la luz verdadera permanece. Quien haya elegido brillar para el
mundo, no debe ignorar dónde acaba su aventura.
Llegará un día en que
Dios apagará todas las luces de este mundo. De poco les servirá a muchos, ese
día, haber alcanzado las cumbres o haber levantado imperios. Cuando
Dios pulse su interruptor y
ponga fin a la comedia, cuando todos los focos y las candilejas dejen de lucir,
entonces “los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”. Y será
para siempre.
D. José Fernando Rey
Ballesteros, sacerdote,
Publicado originalmente
en su blog «De
un tiempo a esta parte…»
No hay comentarios:
Publicar un comentario